La
Ciudad de Órgiva. ¡Sí! Con motivo del I Centenario de la
erección de Órgiva como Ciudad (1901-2001), por concesión de la
Reina María Cristina de Habsburgo-Lorena, esposa del Rey Alfonso XII
y bisabuela, por tanto, del actual Rey de España, Don Juan Carlos I.
A
raíz de este Centenario se publicó una espléndida Obra Literaria
¨Hitos de su Historia¨, de la que es autor JUAN GONZÁLEZ BLASCO,
orgiveño
de nacimiento y mucho más de convicciones, sentimientos y
querencias, catedrático universitario de profesión y tenaz
investigador del pasado más reciente de nuestro pueblo. Estas
palabras recogidas de la Presentación que hizo en su día, el que
fue, el Alcalde de dicha Ciudad, Adolfo Martín Padial.
Aunque
la conozcamos la mayoría por pueblo, ubicada en la Alpujarra
granadina. Tiene escondido un Tesoro, que aunque esté a la vista de
todos, al que no es amante de la Botánica, no tiene ningún interés
en apreciar, admirar, contemplar y ver
su
belleza, que la Naturaleza en el transcurso de los siglos, ha ido
modelando.
Esos
Olivos Milenarios, que con el paso del tiempo han ido formándose,
gracias a todos los elementos climáticos, que han tenido que
soportar con el paso de los años. Y que cualquier Escultor por muy
profesional que sea, seguro que no llega a esculpir tanta belleza
acumulada en esas maravillosas Obras, fruto de tantos siglos
modelándose.
Alguien
me dijo una vez, que todos los Olivos eran iguales, cosa que no
comparto. Puesto que cada uno tiene sus formas y, creo que no puede
haber dos iguales, sería una coincidencia bastante rara.
En
otra ocasión llegaron varios autocares a la Ciudad, bajó una
señora, de uno de ellos y preguntó que árboles tan altos son
esos, que tienen las hojas tan pequeñas. ¡De qué plantas se
trataban! Y le dijeron que eran olivos; ella se sorprendió
muchísimo y dijo ¿Cómo me van a decir ustedes, que son
olivos, si yo vengo de la parte de Jaén, y no he visto nunca esta
clase de árboles tan grandes? Respondiendole que de regreso, le
dijera al conductor del autocar, que parase cuando viese algún
ejemplar, de los muchos que se dan por la zona; para que se
cerciorara de lo que le estaban comentando sobre ellos.
Si
les atraen no dejen de pasar mucho tiempo, en visitarlos; vale la
pena perderse entre ellos y contemplar cada recoveco hendidura y
pliegues que va haciendo la madera en el transcurso de los siglos.
Cualquier cosa que le pueda a uno llamar la atención, de estos
maravillosos árboles, no se debe admirar desde lejos, hay que
acercarse en verlos incito, para poder contemplar desde cerca, esa
maravilla que la Naturaleza al transcurrir de los Años ha ido
perfeccionando para disfrute de todas aquellas personas que les
fascine tanta belleza, a veces en tan poco espacio. Y nos podremos
preguntar interiormente: ¿Quienes serían, los
que plantaron estas bellezas? Cuanto trabajo no han dado recogiendo
aceituna con la escasez de maquinaria que había en aquellos
tiempos; cuanta hambre no habrán quitado.
Todo esto se lo debemos, a las
personas que en su día, quisieron contribuir a hacer este
territorio más grande y más próspero, dando trabajo y bienestar, a
sus conciudadanos.
El
dejarlos crecer tan altos no es por mero capricho, todo tiene su
explicación: debajo de ellos, en la mayoría hay naranjos y los
olivos, los protegen de los fríos y las heladas de esos inviernos a
veces tan crudos y rigurosos, que en algunas ocasiones se dejan caer
por la zona. Pueden llegar a alcanzar una altura de diez a doce
metros, e incluso puede que más.
Años
atrás se vendieron algunos ejemplares, para plantarlos nuevamente
en zonas residenciales; cuando uno, no sabe
apreciar, el valor, de lo que tiene, se hacen muchas atrocidades.
Debemos
preservar para que disfruten los que nos anteceden.
Francisco
Domínguez.
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