sábado, 3 de octubre de 2015

LA CIUDAD DE ÓRGIVA.


  La Ciudad de Órgiva. ¡Sí! Con motivo del I Centenario de la erección de Órgiva como Ciudad (1901-2001), por concesión de la Reina María Cristina de Habsburgo-Lorena, esposa del Rey Alfonso XII y bisabuela, por tanto, del actual Rey de España, Don Juan Carlos I.
A raíz de este Centenario se publicó una espléndida Obra Literaria ¨Hitos de su Historia¨, de la que es autor JUAN GONZÁLEZ BLASCO, orgiveño de nacimiento y mucho más de convicciones, sentimientos y querencias, catedrático universitario de profesión y tenaz investigador del pasado más reciente de nuestro pueblo. Estas palabras recogidas de la Presentación que hizo en su día, el que fue, el Alcalde de dicha Ciudad, Adolfo Martín Padial.
 Aunque la conozcamos la mayoría por pueblo, ubicada en la Alpujarra granadina. Tiene escondido un Tesoro, que aunque esté a la vista de todos, al que no es amante de la Botánica, no tiene ningún interés en apreciar, admirar, contemplar y ver
su belleza, que la Naturaleza en el transcurso de los siglos, ha ido modelando.
  Esos Olivos Milenarios, que con el paso del tiempo han ido formándose, gracias a todos los elementos climáticos, que han tenido que soportar con el paso de los años. Y que cualquier Escultor por muy profesional que sea, seguro que no llega a esculpir tanta belleza acumulada en esas maravillosas Obras, fruto de tantos siglos modelándose.
  Alguien me dijo una vez, que todos los Olivos eran iguales, cosa que no comparto. Puesto que cada uno tiene sus formas y, creo que no puede haber dos iguales, sería una coincidencia bastante rara.
  En otra ocasión llegaron varios autocares a la Ciudad, bajó una señora, de uno de ellos y preguntó que árboles tan altos son esos, que tienen las hojas tan pequeñas. ¡De qué plantas se trataban! Y le dijeron que eran olivos; ella se sorprendió muchísimo y dijo ¿Cómo me van a decir ustedes, que son olivos, si yo vengo de la parte de Jaén, y no he visto nunca esta clase de árboles tan grandes? Respondiendole que de regreso, le dijera al conductor del autocar, que parase cuando viese algún ejemplar, de los muchos que se dan por la zona; para que se cerciorara de lo que le estaban comentando sobre ellos.
  Si les atraen no dejen de pasar mucho tiempo, en visitarlos; vale la pena perderse entre ellos y contemplar cada recoveco hendidura y pliegues que va haciendo la madera en el transcurso de los siglos.   Cualquier cosa que le pueda a uno llamar la atención, de estos maravillosos árboles, no se debe admirar desde lejos, hay que acercarse en verlos incito, para poder contemplar desde cerca, esa maravilla que la Naturaleza al transcurrir de los Años ha ido perfeccionando para disfrute de todas aquellas personas que les fascine tanta belleza, a veces en tan poco espacio. Y nos podremos preguntar interiormente: ¿Quienes serían, los que plantaron estas bellezas? Cuanto trabajo no han dado recogiendo aceituna con la escasez de maquinaria que había en aquellos tiempos; cuanta hambre no habrán quitado.
Todo esto se lo debemos, a las personas que en su día, quisieron contribuir a hacer este territorio más grande y más próspero, dando trabajo y bienestar, a sus conciudadanos.
El dejarlos crecer tan altos no es por mero capricho, todo tiene su explicación: debajo de ellos, en la mayoría hay naranjos y los olivos, los protegen de los fríos y las heladas de esos inviernos a veces tan crudos y rigurosos, que en algunas ocasiones se dejan caer por la zona. Pueden llegar a alcanzar una altura de diez a doce metros, e incluso puede que más.
Años atrás se vendieron algunos ejemplares, para plantarlos nuevamente en zonas residenciales; cuando uno, no sabe apreciar, el valor, de lo que tiene, se hacen muchas atrocidades.
Debemos preservar para que disfruten los que nos anteceden.

Francisco Domínguez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario