domingo, 17 de abril de 2016

CONTROL MENTAL.CAP.SEIS.

CONTROL  MENTAL:
CAPÍTULO VI

  Después de terminar el ejercicio el Profe con su Sabiduría, nos puso otra vez en órbita para seguir con la clase.
  A cada uno, cómo en el curso anterior, nos estuvo preguntando sobre lo que habíamos visto.
Cada uno le fue dando su versión. Cuando llegó a mí, me dijo, que si tenía algún problema, para llorar con tanto sentimiento. Yo le estuve comentando, como al resto de mis compañeros, mi situación hacia mi Padre y lo que había ocurrido entre nosotros.
  Me sorprendí, que tanto nuestro Profe, cómo el resto de mis colegas de curso, me tranquilizaron por esos momentos de nerviosismo que pasé durante el ejercicio. Que para mí, fue una terapia muy agradable y a la vez reconfortante. Me vino maravillosamente bien y se me quitaron todos los problemas, que había tenido durante esos años, pensando que ya no tendría ninguna otra ocasión para desahogarme.
El buen estado de ánimo, que recobré a raíz de la conversación que tuve con mi Padre, me dejó relajado y con otras ganas diferentes de ver la vida.
Cada vez, que hacíamos estos ejercicios, siempre había un descanso para poder fortalecernos nuevamente. Cambiar impresiones con los compañeros incluso, porqué no, hablar con nuestro querido Profesor.
Cuando nuevamente se reanudó la clase, nos dijo nuestro  Profe de hacer un nuevo ejercicio de relajación. Yo estaba encantado, ya casi sobraban los ejercicios para continuar con el Control, pero de todas formas se hizo.
Durante nuestro descanso, cuando me encontraba sólo en una habitación, escuché un ruido cómo de tocar en una puerta. Al principio me sorprendí, porque no había nadie. Nada más que yo, pero luego se me olvidó el detalle.
Estando ya nuevamente haciendo otro Ejercicio, empecé hablar con Mi Padre. Y me dijo: te he estado llamando. Entonces me acordé de, cuando había estado solo en la habitación,  le dije: lo escuché, pero nunca pensé que serías Tú. A raíz de todo esto, lo que antes habían sido rabietas y lloros incontrolados, se convirtió en risas y buenas vibraciones. Siempre me acordaré de éste detalle.
¡Siempre estarás, querido Profe, conmigo! Porque, gracias a tú Sabiduría y Tesón,  sabías darnos a cada uno de nosotros, lo que te pedíamos en cada momento.
  Un tiempo antes de que fallecieras, estuve animando algunas personas para que hubieras dado algún que otro curso. Pero posiblemente ¨Dios¨ pensaría, que ya habías cumplido demasiado bien en este mundo y nos dejó Huérfanos DE TUS GRANDES CONOCIMIENTOS Y DEL PLACER DE ESCUCHARTE. TENÍAN QUE HABER PRESCINDIDO DE TÍ, ALGUNOS AÑOS MÁS, YA QUE NOS DEJASTES, SIENDO MUY JOVEN TODAVÍA.
¡DIOS MIO! ¿ACASO NO TENÍAS OTRO MÁS CERCA PARA LLEVÁRTELO, QUE A NUESTRO PROFE?

Francisco Domínguez.

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