CONTROL
MENTAL:
CAPÍTULO
VI
Después
de terminar el ejercicio el Profe con su Sabiduría, nos puso otra
vez en órbita para seguir con la clase.
A
cada uno, cómo en el curso anterior, nos estuvo preguntando sobre lo
que habíamos visto.
Cada
uno le fue dando su versión. Cuando llegó a mí, me dijo, que si
tenía algún problema, para llorar con tanto sentimiento. Yo le
estuve comentando, como al resto de mis compañeros, mi situación
hacia mi Padre y lo que había ocurrido entre nosotros.
Me
sorprendí, que tanto nuestro Profe, cómo el resto de mis colegas
de curso, me tranquilizaron por esos momentos de nerviosismo que pasé
durante el ejercicio. Que para mí, fue una terapia muy agradable y a
la vez reconfortante. Me vino maravillosamente bien y se me
quitaron todos los problemas, que había tenido durante esos años,
pensando que ya no tendría ninguna otra ocasión para desahogarme.
El
buen estado de ánimo, que recobré a raíz de la conversación que
tuve con mi Padre, me dejó relajado y con otras ganas diferentes de
ver la vida.
Cada
vez, que hacíamos estos ejercicios, siempre había un descanso para
poder fortalecernos nuevamente. Cambiar impresiones con los
compañeros incluso, porqué no, hablar con nuestro querido Profesor.
Cuando
nuevamente se reanudó la clase, nos dijo nuestro Profe de
hacer un nuevo ejercicio de relajación. Yo estaba encantado, ya casi
sobraban los ejercicios para continuar con el Control, pero de todas
formas se hizo.
Durante
nuestro descanso, cuando me encontraba sólo en una habitación,
escuché un ruido cómo de tocar en una puerta. Al principio me
sorprendí, porque no había nadie. Nada más que yo, pero luego se me
olvidó el detalle.
Estando
ya nuevamente haciendo otro Ejercicio, empecé hablar con Mi Padre. Y
me dijo: te he estado llamando. Entonces me acordé de, cuando había
estado solo en la habitación, le dije: lo escuché, pero
nunca pensé que serías Tú. A raíz de todo esto, lo que antes
habían sido rabietas y lloros incontrolados, se convirtió en risas
y buenas vibraciones. Siempre me acordaré de éste detalle.
¡Siempre
estarás, querido Profe, conmigo! Porque, gracias a tú Sabiduría y
Tesón, sabías darnos a cada uno de nosotros, lo que te pedíamos
en cada momento.
Un tiempo antes de que fallecieras, estuve animando algunas personas
para que hubieras dado algún que otro curso. Pero posiblemente
¨Dios¨ pensaría, que ya habías cumplido demasiado bien en este
mundo y nos dejó Huérfanos DE TUS GRANDES CONOCIMIENTOS Y DEL
PLACER DE ESCUCHARTE. TENÍAN QUE HABER PRESCINDIDO DE TÍ, ALGUNOS
AÑOS MÁS, YA QUE NOS DEJASTES, SIENDO MUY JOVEN TODAVÍA.
¡DIOS
MIO! ¿ACASO NO TENÍAS OTRO MÁS CERCA PARA LLEVÁRTELO, QUE A NUESTRO
PROFE?
Francisco
Domínguez.
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