CONTROL
MENTAL:
CAPÍTULO:
VIII
En
el capítulo anterior dije de la Imposición de manos; a lo largo de
los años he ido comprobando que no se equivocaron, a muchísimas
personas según testimonio de ellas, les he aliviado el dolor, ha
sido una gran satisfacción para mí.
Recuerdo
en una ocasión que una señora me dijo que le dolía la espalda, le
puse las manos y me dijo, el aparato que me está
usted poniendo en la espalda me tiene que decir dónde lo a
comprado, pues me está aliviando bastante,
entonces yo le contesté señora, son mis manos y me dijo; eso no
puede ser y seguidamente le dije, vuélvase y comprobará lo que le
estoy diciendo, de momento me pidió perdón, por la desconfianza
de no haber creído en mis palabras.
Otras
veces decían mire tengo un dolor en la rodilla, al ponerle
las manos sentían bastante alivio y me decían como es posible que
me esté remitiendo el dolor.
Algunas
Personas no se lo creían, pero a mí al principio de ponerlas,
también me costaba trabajo el creerlo; lo que ocurre que cuando
llevas años haciendolo, no le das la importancia que tiene.
Recuerdo
un caso, que aunque hace años de aquello, algunas veces me viene a
la memoria y es que, un amigo me llamó y me dijo: me ha llamado una
amiga que lleva unos tres meses, con una ¨Culebrina¨ y aunque a ido
al médico y además se está tomando medicamentos, no se le quita y
está muy preocupada y quería saber si yo conocía algún curandero
que quitara los herpes y he pensado, a lo mejor mi amigo los quita.
Me llamó casi de noche y le dije, algunos he quitado, entonces le
comunique, vive tu amiga muy lejos de dónde yo me encuentro y me
dijo que si; a esto que le comenté, mira lo que te voy a decir, no
lo he hecho nunca, pero podría salir bien, entonces le dije vas a
llamar a tu amiga y le vas a dar mi número de teléfono y que me
llame ella.
Creo
que no pasó ni dos minutos, desde que estuve hablando con mi amigo a
que sonara otra vez el teléfono hablando la Chica; me estuvo
contando lo mismo que me había dicho mi amigo, a todo esto llorando
ya que según ella estaba desesperada y no sabía dónde acudir. Yo
procuré tranquilizarla lo mejor que pude, le pregunté dónde tenía el herpes, entonces le dije, te vas a relajar lo más que puedas y te vas acostar en la cama, dentro de unos diez minutos aproximadamente
yo te llamaré, para comprobar cómo te encuentras.
Al
tiempo que le había dicho la llamé y otra vez empezó a llorar,
entonces me quedé descolocado, como diciendo, esto no ha surtido
efecto ¿Pero cual fue mi sorpresa cuando me dijo? ¡Estoy llorando de alegría! Porque no siento ningún dolor y las
inflamaciones que me había producido el herpes están
desapareciendo.
Ahí es dónde comprendí, lo que nuestro querido Profesor, nos decía
de las Energías que se transmiten con mucha facilidad y no importa a
que distancia se encuentre el que las necesita.
Francisco
Domínguez.
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