SALIDA
A EUROPA
CAPÍTULO
V
Yo
me quedé en el autocar recogiendo las maletas y es cuando, me pasó
esta aventura de quitarme la cartera; si se le puede llamar así. En
cambio mi esposa había ido en esos momentos, para enterarse a que
hora salía el tren, para continuar a nuestro destino.
Cuando
regresó cogimos todo el equipaje y lo llevamos para
coger el tren, tardó bastante, ya se iba notando la
frescura de la noche, pero no le echaba muchas cuentas esperando que
llegase lo más pronto posible, el dichoso transporte, que se estaba
haciendo bastante de rogar. Una vez que llegó y buscamos el vagón
que nos correspondía montamos nuestros bultos y nos dimos cuenta que
eran Coches
Cama, muy
bueno, para nuestros maltrechos cuerpos; que agradecerían sin lugar
a dudas un merecido descanso después, de tantos días de viaje,
sin poder poner nuestros Esqueletos
de otra forma más cómoda. Por cierto, una de las maletas hay que
ver lo que pesaba y pensaba lo de aquel chaval en París, sin darme
cuenta de que posiblemente llevara yo, la cría del elefante; una vez
instalados empezamos hacer las respectivas camas y nos acostamos. No
recuerdo
cuanto tiempo transcurrió desde que nos subimos, hasta que empezó
la Policía a pedir Pasaportes pienso que poco; y ahí terminó
momentáneamente la aventura que hubiese terminado bien, si nos
hubieran dicho, antes de empezar el viaje, que se necesitaba el
Visado
de mí Pasaporte,
aunque creo recordar que lo que sí dijo la Policía española, de que
como era poco tiempo el que íbamos a permanecer en dicho país,
seguro que no nos pondrían ninguna pega; lo cierto es que cuando
miraron mi documentación, nos dijeron que ella podía pasar, pero yo no,
por no tener el Visado;
de esto me enteré después porque ella me lo tradujo. En vista de
ello retrocedió el tren otra vez hasta la frontera y nos bajamos,
que por cierto el Policía
fue muy amable y nos ayudó a transportar algo de lo que llevábamos,
después de todo agradecido, pero sabiendo que él, sólo cumplía con
su obligación. Allí en la Estación de la Frontera estuvimos por lo
menos de dos a tres horas; ya que era de noche todavía, ¡No
he pasado en mi vida tanto
frío!
Es un recinto grande y sin estar acondicionado pues ya se pueden
figurar Ustedes lo que le puede venir a uno encima, estuvimos un tiempo repasando mentalmente ¡Porqué ésta contrariedad! ¡Acaso no teníamos bastante con los últimos acontecimientos! Seguidamente mi esposa fue a enterarse a que distancia
estaba la Embajada
y parece que le comunicaron que se encontraba a unos tres km., de
allí; entonces les pidió el favor si podían meter las maletas en
alguna dependencia de la Estación y que le pagaríamos a la vuelta,
accediendo a tal rogativa, buscamos algún establecimiento para cambiar dinero, pero era demasiado temprano, por lo que no pudimos coger ningún autobús a la
Embajada optando por irnos en el ¨Coche de San
Fernándo¨ ¨Un pie aquí y el otro Andando¨,
el paseo resultó muy agradable hasta se nos quitó el frío que
teníamos metido en el cuerpo.
Francisco
Domínguez.
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